martes, 15 de noviembre de 2011

Los volcanes no entienden de fronteras

Sol radiante, cielo azul polarizado, nubes de algodón, aguas cristalinas y flores en su máximo esplendor. Los pajarillos cantan, los insectos revolotean y una suave brisa adereza con gracia una imagen patagónica primaveral de postal. Digna de cualquier comienzo de una película animada de Walt Disney. Ante mis ojos el Lago Hermoso (parque Nacional Nahuel Napi, provincia de Río Negro). Son las 10.30 de la mañana.

Lago Hermoso

Media hora más tarde y, a medida que voy avanzando en la famosa ruta de los 7 lagos, el gris se apodera del cielo y empiezan a caer unas pequeñas motas de ‘algo desconocido’ de un color blanco roto. A 28 grados ºC, nieve no puede ser. Me cruzo con un auto que levanta una polvareda opaca difícil de atravesar.  Y, a lo lejos, diviso unos obreros tapados hasta el cuello, gorro de la lana incluido, ataviados con unas mascarillas de gas que me incomoda. No, no hay peligro nuclear. Están arreglando la ruta, de ripio, con maquinaria pesada: “ ¡Circule con precaución, señorita!”

Continuo la marcha. Ya no es el poco tránsito existente el que me impide ser capaz de ver más allá de 1 metro.  Una espesa lluvia de ceniza me da la bienvenida a la altura del lago Escondido, cerca del cruce a Villa Traful. Un cartelito naranja me dice “No pasar”. Me desvío hacia el lago Espejo y salgo osadamente del vehículo. El calor es sofocante a pesar de no recibir ni un solo rayo de luz, a duras penas puedo respirar y en 5 segundos parezco un muñeco de nieve. Silencio. No se escucha ni un tímido sonido de cualquier ser viviente. Cubierta totalmente de ese polvo volcánico un ave intenta desplegar sus alas y buscar algo que comer. Misión imposible teniendo en cuenta que debería zambullirse unos 40 centímetros para llegar a suelo fértil y el lago parece una crema vichyssoise densa, densa, densa.

Mi llegada a la perita en dulce de la ruta, a un El Dorado llamado Villa La Angostura (para muchos argentinos, la localidad más bella del país: el jardín de la Patagonia) no hace más que acrecentar mi desadosiego. Calles desiertas, casas abandonadas, negocios cerrados, parques desangelados, escuelas vacías, pastos inertes. Los pocos que se atreven a salir a la calle llevan mascarilla y tratan inútilmente de sacar la ceniza de los tejados de sus casas, de las aceras, del jardín. El volcán Puyehue no da tregua, sigue vomitando sin parar. Montañas y montañas de cenizas se acumulan en la vereda esperando a ser ‘reubicadas.

En una esquina, cerca del edificio de bomberos, brigadas  voluntarias de otras localidades -mejor equipados que los pocos habitantes que se han quedado porque no les quedaba otra opción- se organizan para hacer una nueva batida y transportar las montañas de material volcánico a otra parte. Sigue lloviendo ceniza y en sus caras se refleja  la incredulidad sobre el éxito de la gesta. Son las 16 horas y parece que esté anocheciendo.

Dicen los expertos que nunca han visto un fenómeno como éste, que puede durar hasta 10 años. No tienen ni idea de los efectos que esto va a tener en la salud y menos qué hacer con tanta ceniza.  Hablan de excavar pozos, de fabricar ladrillos, cemento… todo es una incógnita.

Los más afortunados, empresarios de Buenos Aires, han cerrado sus negocios y han ido a buscarse su otra gallinita de oro. Los menos, han malvendido sus casas y tierras a especuladores o permanecen estoicamente en la localidad porque no tienen recursos para empezar en otro lugar. Un verdadero drama que ya no goza del interés de los medios, del gobierno y de la sociedad argentina. ¡Ya no digamos la internacional!

Subo al auto, el mío se nota que viene de fuera porque no lleva ‘antifaz en el filtro’, y emprendo el viaje de vuelta a desgana. Un sentimiento de profunda tristeza, aderezado con unas gotitas de vergüenza y pudor, se apodera de mí.  Seamos realistas. Yo también soy de las afortunadas, estoy de paso, esta vez  no voy a ser de las que tengan que ‘sufrirlo’ pero… ¿quién sabe mañana?

Los volcanes no entienden de fronteras. La naturaleza se está rebelando y deberíamos preguntarnos el porqué.

Lago Espejo


Lago Correntoso

Lago Espejo Chico

Villa La Angostura

Jardín de la escuela

Parque infantil

En las calles de Villa la Angostura

3 comentarios:

  1. Con la piel de gallina. Yo estuve allá hace 2 años y era un lugar maravilloso, de lo mejor de la Argentina. Y es verdad, en los medios no hablan ya del tema. gracias por hacernos memoria!

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  2. Yo estuve la semana pasada y la cosa está igual o peor... y parece que sigue hasta Bariloche. Gran relato, gran reportaje, yo no lo hubiera descrito mejor. Acá hay una ONG por si quieren colaborar: http://reconstruyendoangostura.org/

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