martes, 15 de noviembre de 2011

Ché, ¿me entendés?

Según el diccionario, el idioma es un sistema de comunicación verbal o gestual a través del cual se comunican y entienden los habitantes de una comunidad determinada. Si éste no existiese en forma de 'convención' sería prácticamente imposible que pudiéramos intercambiar ideas, sentimientos y hasta emociones.

Es curioso como la comunicación oral puede ser un 'puente' o un 'muro' a la hora de visitar o vivir en un país extranjero, especialmente si -a priori- se habla el 'mismo idioma'. Y eso es un poco lo que he experimentado en Argentina.

En principio, hablar español (y no voy a entrar en polémica sobre lo que entendemos por español) debería simplificarme la ‘comunicación’ en Sudamérica. Sería  hipócrita decir que no es así. Lo es, en la mayoría de los casos.

Llegué al país del tango, los alfajores y los asaditos con el 'sanbenito' de que el español de España -comparado con el que se habla en Argentina- es agresivo, directo y seco. Yo creo que es más pobre en vocabulario (nos hemos vuelto parlantes más vagos) pero, si me basara exclusivamente en mis primeros contactos lingüísticos (un tanto belicistas), esta afirmación argenta quedaría en entre dicho.


A mi llegada al aeropuerto, me preguntaron si yo misma me había armado la maleta y qué llevaba dentro de la cartuchera. Si quieres entrar en un local debes golpear la puerta y en las tiendas, si anticipas el monto total al dependiente, te soltará todo sonriente: "La pegaste mal, boluda" (No te equivoques, acertaste!).

Porque ellos no se bañan, igualmente se pegan una ducha y cuidado no les rompas las bolas insistiendo, porque te puede cagar a palos si sigues cagándoles a pedos (diciéndoles lo que deben hacer). Mejor agarra el lampazo (mocho) y friega tú misma el agua vertida o, si no te queda otra opción, sal cagando (pon los pies en polvorosa) o cágate de risa.

Después te dirán: "No te enojés mina, vamos a joder un poco. Dale, se nos correrá la mala onda". Y no querrá decir fornicar, ni siquiera que quieran romperte la boca (a besos), sino simplemente irse a chupar o a escabiar (de parranda).

Si están al pedo (aburridos, no bebidos) o les sale la jugada para el orto (como el culo), más vale que te batan la justa (te hablen claro) y lleguéis a un consenso. Si no, ponte un rompevientos (paravientos) y aguanta el temporal como puedas. A no ser que sepas sacarles la ficha mal (calarlos) y ahí sí ya lo tengas todo ganado! :)

Esto es sólo un ejemplo malintencionado. Podría seguir así y escribir un libro. Y eso que no he entrado en las palabras que son iguales pero que tienen significados totalmente distintos (quizás en otro post).

Bromas aparte, la verdad es que -más allá del simple vocabulario usado- para mí un idioma (un lenguaje) ‘habla’ mucho de la cultura de una zona y, por ende, acaba matizando -en mayor o menor medida- la personalidad de las personas que lo platican. Vendría a ser como un código de barras más o menos complejo. ¿Descifrarlo en su totalidad? Todo un reto. 

3 comentarios:

  1. Jijijiji, los porteños somos un poco bélicos pero también más dulces que un alfajor. Si querés te paso la máquina

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo. Cada vocablo y la estructura del idioma reflejan el concepto del mundo que manejan determinadas personas. Nuestra cultura muchas veces condiciona nuestro idioma. Si un concepto está presente en nuestra cultura, estará presente en nuestro idioma e igual cuando está ausente.

    Por lo tanto, para llegar a la completa comprensión de un idioma, debe existir un vasto conocimiento de cultura general sobre dicha región o país al que pertenece dicho idioma.

    Por eso, no siempre hay un equivalente lingüístico de todas las palabras o expresiones en otro idioma y no siempre un traductor automático (google translator) puede resolverlo todo! :-P

    ResponderEliminar
  3. Totalmente de acuerdo con vos María Sol... afortunadamente hay mucho dulce de leche en Argentina. Y Yolanda, totalmente de acuerdo.

    ResponderEliminar