miércoles, 16 de noviembre de 2011

Hasta que se agota

Cuando estuve en Buenos Aires fui a ver una obra de danza de Fabiana Capriotti en el Camarín de las Musas. Lugar, por cierto, que recomiendo si se quiere ir a ver propuestas culturales alternativas (y a mejor precio) de las que ofrece la amplia programación oficial de la capital.

Como su creadora afirma textualmente, Hasta que se agota es "una obra de danza (y muchas cosas más)". Partiendo de la improvisación, y en constante interpelación con la audiencia, nos cuestiona -a modo de incómodas preguntas- el valor material de la danza, de cada uno de los movimientos, de la puesta en escena.

¿Cuánto cuesta una ‘Diagonal en el rincón’? Parece irónico, cómo puedes ponerle precio a algo que pasa, que no se queda en ningún lugar, cómo puedes adquirirlo, cómo puedes atesorarlo…  ¿con dinero? ¿con un título de propiedad?  Capriotti les pone un precio y los ofrece en venta.

Diagonal en el rincón

Trasladándonos al terreno de las emociones, ¿Existe alguna manera de que lo efímero se pueda retener?  Ese movimiento (sentimiento) que está sucediendo (y siendo creado) aquí y ahora, probablemente no vuelva a ocurrir nunca más. Al menos, no de la misma manera.

En la función, los bailarines y bailarinas se van reemplazando los unos a los otros, no dejando que el movimiento, que la obra creada, se agote… hasta llegar a la extenuidad. ¿Es ésta la fórmula? ¿Deberíamos no dejar que se agote un sentimiento (agradable) -a través de su adquisición o su reemplazo constante-, aunque nos vaya la vida en ello? 

Mi primer título de propiedad, aquirido a mano alzada

Al igual que un paso de danza, difícilmente recordamos con exactitud cuándo se inició, cuando empezamos a experimentar cierto sentimiento. Es algo gradual, no te das cuenta… pero lo que SÍ es visible, perceptible al momento, es cuando éste se acaba… seguramente a una velocidad que nunca nos parece la adecuada. De ahí, la famosa frase de "una no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde".

Además, después de haberlo ‘vivido’ mantenemos el ingenuo deseo de volver a él en cualquier momento, para poder volver a disfrutarlo, compartirlo o incluso regalarlo. Sin embargo -de la misma manera- el hecho de poder ‘comprarlo’ le restaría valor, exclusividad y, peor aún, podría generar disputas y desigualdades. Ya me veo a los feriantes de turno vendiendo ‘lujuria’ en pequeñitos frascos de cristal. El género humano somos así de complicados.

Así pues, debido a la fragilidad del instante, a lo ÚNICO de ciertas emociones (y pasos de danza) y a mi incapacidad de ponerles precio, me quedo con los recuerdos como sucedáneos paliativos de lo vivido y abro la puerta a nuevas sensaciones... y muchas cosas más. Lo agotado, agotado está.

Enlaces relacionados:
Camarín de las Musas en Buenos Aires.
Blog de Fabiana Capriotti



3 comentarios:

  1. Al igual que la danza, los sentimientos son demasiado bellos y efímeros como para poderlos atrapar. Si es cierto lo bien vivido es el edulcorante del día día, no podemos aferrarnos a emociones agotadas. Estoy contigo, lo pasado pasado está. Vivamos el presente!!!! :)

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  2. Aunque cuando el recuérdo de alguien ya es lo único que queda de él o ella, la melancolía aparece y no agotamos los momentos vivídos ni las emociones sentidas, sinó que los intensificamos.
    Ni todos los sentimientos se agotan ni se deben agotar, tansolo aquellos que te impidan continuar viviendo otros de nuevos; quizás peores (desalentadores), quizás mejores (deseados), quizás similares.

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  3. La capacidad de sentir es infinita, para lo bueno y para lo malo. Eso es lo que nos hace seguir viviendo y experimentando nuevos 'movimientos'(mejores, iguales, peores.. a veces es mejor no comparar)... esa es la que no se agota, anónimo. Los recuerdos raramente (aunque nos duela) son fieles a la realidad pero, como dije, son necesarios.

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