martes, 14 de febrero de 2012

Cóctel hormolotov


Buzzzzzz, buzzzzz, buzzzzzz…. son las 7 de la mañana, impertinente y brusca manera de avisar a Laura que es hora de levantarse para no llegar tarde al trabajo. Sin apenas fuerza, sin ser consciente, eleva su brazo izquierdo automáticamente para activar el snooze (sueñecito). “Cinco minutitos más, cinco minutitos más”. Se da media vuelta, se tapa con la sábana hasta la nariz y adopta una solvente posición fetal.  Esta noche no ha dormido bien, parece como si su cuerpo estuviera inquieto, como si le estuviera advirtiendo de algo que no le va a gustar.

Tras tres ‘sueñecitos’ más, se da por vencida y, todavía con los ojos cerrados, se dirige al baño. Apoyada con los dos brazos en el lavamanos, no fuera a caerse, levanta la cabeza aún somnolienta y se mira la cara en el espejo: “Oh, no! Horror, qué es esa cosa purulenta en la frente!”.  Y he aquí donde comienza todo… Un granito cargadito de pus muestra su cara más indolente adelantando la orgía hormonal que acaba de estallar en su interior.

“Vengan, entren y pasen… la diversión está asegurada”. En el cuerpo de Laura se ha producido un cambio de guardia. Las sabias, obedientes y equilibradas progesteronas han dejado paso a la invasión estrógena, liderada por el villano Joker  Esteroide. “Aprovechemos ahora que las hadas serotoninas y endorfinas también se han ido de paseo. Tenemos ante ustedes todo un organismo al que revolucionar”, grita entusiasmado. Y da la bienvenida a sus aliados: la cruela prolactina y el escuadrón de estrogenitos.

El primer batallón masivo de estrogenitos se encarga de cambiar el color con el que Laura va a ‘ver’ lo que le vaya sucediendo en los próximos días. A partir de ahora, todo va ser negro, muy NEGRO. “Ajustemos también el sistema lagrimal para que se le active a la menor oportunidad” y aprieta un botón. “Yupiiiiii!”, vitorea el villano Joker Esteroide. ¡Qué bien que se lo está pasando!

La hipersensible Laura es, en estos momentos, una contradicción con patas. Se está disputando un torneo de cuerda en los ovarios. A la derecha las hormonas villanas, a la izquierda, las heroínas. Los dos bandos tiran con fuerza en una lucha feroz. Cinco pasos a la derecha… “Cómo has sido capaz de cambiarme la taza de sitio en el escritorio, y  sin avisarme!”, grita furiosa Laura a su compañero de oficina. Cuatro pasos a la izquierda… “Sinceramente los ositos de tu corbata me parecen de lo más tierno que te he visto en mucho tiempo (largo suspiro)”.  Así le va. Pasar del amor al odio, de la ira a la dulzura, de la tristeza a la euforia, en cuestión de segundos. Y todo, en un mismo día. Las hormonas villanas están dando saltos de alegría. Misión cumplida.

Mientras tanto, el cerebro -impotente y sin demasiada suerte- intenta controlar, estos altibajos. Laura se dice a sí misma: “No entiendo, ¿por qué estoy tan sensible?”.

Con tanta contienda interna, se vuelve lenta, torpe, olvidadiza, le cuesta el doble hacer las cosas, se fatiga. La tercera guerra hormomundial -sin ganadoras ni perdedoras- le hace dormir poco o dormir demasiado, pero sin término medio. Unas ojeras hasta los pies dan fe de ello. En estos casos, mejor no mirarse al espejo.

Le duele todo. Le duele la cabeza, las articulaciones, los riñones, los músculos. No es para menos. En la última cruzada, las villanas expulsaron a las endomorfinas paliativas que -cargadas con su kit ibuprofénico y sus ambulancias- lucharon hasta al final para poder llegar a los centros de dolor y aliviar a Laura. En su bravura, se ganaron a pulso la medalla al honor Solferino, pero no ha sido suficiente.

¿Y qué decir de los pechos? La pérfida y lechosa prolactina se ha encargado de inflarlos a vivo pulmón y sensibilizarlos al mínimo roce. A ver quién se atreve a tocarlos sin que se gane un soberano sopapo.

Además, por si no estuviera siendo vapuleada lo suficiente, el cuerpo se le hincha como un globo y retiene líquidos como un embalse. Al mismo tiempo, las pocas serotoninas que le quedan huyen despavoridas del naufragio, desatando un apetito voraz. “Me comería un toro” es la frase que más se ha repetido en su mente en las últimas ocho horas eternas. Laura entra en la pastelería de debajo de la oficina y vehemente se pide cuatro pasteles de chocolate. “No, hoy mejor no tener invitados en casa”, piensa acertadamente. No ha salido aún por la puerta del establecimiento que ya tiene una de esas excelencias pasteleras en la boca. La cremita sobrante en una de las comisuras la delata.

Y finalmente Laura vuelve a casa. Larga jornada de encuentros y desencuentros. De repente, una manifestación de indignados e indignadas se cruza en su camino. “¿Aún no se ha acabado este circo hormonal? Nooooooo!”, se exclama. El ruido la vuelve loca, las cacerolas, los silbatos, resuenan en su cabeza como amplificadores de la ibicenca Pachá. Asimismo, se ha vuelto fotofóbica y las luces de los carromatos policiales se convierten en agujas que le atraviesan la retina. Está claro que las villanas hormonas no quieren acabar el día sin fuegos artificiales.

A duras penas acierta con la llave en la cerradura. Se da cuenta que le sobra helado y una pata de pollo en la nevera. Ni corta ni perezosa se apodera literalmente del ‘alimento’, se pone el pijama, enciende su portátil y busca en Internet (con permiso de SOPA) la película más edulcorada de la historia para ver en la cama. Esta noche su única compañía va a ser un paquete (o dos, o tres) de kleenex. Simplemente se ha rendido a la evidencia (hormonal), su cuerpo ya no le pertenece durante los próximos siete días.



Cada mes -antes de la llegada de la menstruación- los cuerpos de muchas mujeres (según las estadísticas el 80%) se convierten en auténticas bombas hormonales. Esta alteración (síndrome premenstrual, PMS) no es producto de ninguna ‘mentalidad femenina’, no es fruto de un carácter variable y caprichoso, tiene, SEÑORES Y SEÑORAS, una raíz fisiológica.

3 comentarios:

  1. Muy bueno frogycris, me he reído como una cosaca. Parece como esos dibujos que daban hace ya mucho tiempo sobre el cuerpo humano... te acuerdas? Erase una vez creo que se llamaban. Las endomorfinas me las imaginaba como las plaquetas de Cruz Roja. Muy bueno el guiño a Solferino..lo siento, deformación profesional. Me gusta cuando te pones menos seria. Un abrazo

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  2. Esta vez te has superado, loca!
    Un abrazo

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  3. Gracias por vuestros comentarios... y sí Pilar, supongo que la infancia y tu evolución personal tiene un precio, así que es normal que salgan reminiscencias del pasado. Un abrazo a los dos!

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