viernes, 3 de febrero de 2012

Arte como antídoto al olvido


Aún corriendo el riesgo u orgullo de ‘tacharme’ de feminista (no me gustan las etiquetas), tengo que admitir que el hecho de que el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) dedicara por completo sus instalaciones a una artista me EMOCIONÓ profundamente. Estamos acostumbradas a que pintoras de la talla de Frida Khalo, Tamara de Lempicka o Georgia O’Keeffe tengan ese lugar privilegiado en el mundo del arte, pero raramente te encuentras con un museo (o un curador/a) que apueste firmemente por una mujer.

Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM)

Este es el bienaventurado caso de la colombiana Beatriz González, una artista a la que le gusta molestar sin demasiados modales. Empezó muy modosita ella y ha acabado siendo, tras 62 largos años de vida artística, una criticona impertinente. No se salva ni la sociedad de consumo, ni la insensibilidad, ni el olvido de la gente ante las violaciones que se cometen diariamente. La comedia y la tragedia. Retrospectiva 1948-2010 es una muestra de la trayectoria de una persona inquieta e inconformista, siempre irreverente.

Interior del museo con retrato de Beatriz en el fondo.

Sería deshonesto no decir que cuando una se topa por primera vez con sus obras -de corte pop wharholiano muy kitch- se queda con lo superficial. Sin embargo, cuando paseas por las salas y contemplas la obra en su conjunto, te quedas con el mensaje, con la crítica y con sus ganas de provocar a través de objetos, colores y símbolos que forman parte de la vida cotidiana colombiana, que les son cercanos.

La artista no hace discriminación alguna. Pinte el cielo, el infierno, un cóctel, al gobernador de turno, un suicidio, un crimen doméstico o una matanza, sus colores siempre van a ser vivos, bonitos o incluso cursis. Tonos naranjas, amarillos, azules, rosas y verdes, los de las populares escaleras colombianas, las chivas, las vendedoras ambulantes de fruta o los paisajes tropicales. Puede parecer cómico, irónico, pero lo que Beatriz intenta conseguir es que nos sea fácil ‘recordar’. Aspira a crear imágenes perdurables que se conviertan en consciencia crítica.

Se nutre de historias aparecidas en la prensa, y ese documento periodístico lo vuelve arte. Las fotografías que salen en los diarios se desvanecen en cuestión de minutos, un cuadro colgado en un museo persiste para que esa imagen no se olvide, para que la gente dé a esas imágenes su verdadero valor.

Y yo me pregunto: ¿El Arte puede servir para ‘incomodar’ al pueblo, para no dejarle olvidar?

La famosa y popular silueta en su proceso de transformación.

A mí, personalmente, me sedujo ‘Empalizada’ (2001). Para pintar este cuadro se inspiró en algo tan banal, popular y machista como la silueta femenina que decora  la parte posterior de los ‘camiones escalera’ colombianos. A modo de calcomanía popular, resignifica esa figura (le da literalmente la vuelta) para simbolizarla y transformarla en una ‘imagen permanente’ de duelo a la mujer que llora sus muertos. Una figura alegórica que escapa al detalle. Un ícono.

Empalizada, 2001.

El trazo azul de su cuerpo desnudo, y el sufrimiento reflejado en su posición afligida sobre un ataúd, se ofrecen delante de un cercado que deja entrever la cara tapada (como aquel que no quiere ver) de diversos observadores en el fondo. Es una imagen abatida de expiación y denuncia, una reflexión del dolor desde el gesto del llanto. Representa el infinito desconsuelo que viven hombres y mujeres cuando no encuentran a sus seres queridos, cuando no pueden darles sepultura. Dicen que cuando un familiar desaparece, las personas necesitan ubicar esa ausencia en algún lugar para encontrar la paz.

El conflicto armado es un drama que no parece tener final en Colombia. Las desapariciones forzadas de campesinos y campesinas, sindicalistas, activistas y muchas otras personas están en el orden del día. Se habla de cientos y miles de ciudadanos y ciudadanas desaparecidos por la fuerza. Y Beatriz insiste. Con su trazo, con sus pinceles, con su reivindicación de lo popular, intenta ‘grabar’ en la memoria colectiva los excesos del gobierno de Turbay (y su famoso Estatuto de Seguridad), los sucesos del Palacio de Justicia y las formas en que los sobrevivientes de la guerra ‘cargan’ a sus muertos.

La artista defiende que “cuando una foto se vuelve cuadro, el cuadro se vuelve memoria y la memoria se vuelve país”. De ahí que pinte personajes que se convierten en íconos. “Los íconos, simples y sencillos, se fijan en la mente de las personas y llegan a todos”. Como en ‘Empalizada’, que a mí me impactó y me hizo querer saber más del porqué lloraba esa mujer.

A su manera, Beatriz González -a través del Arte- es piedra en el zapato, palo en la rueda, mosca cojonera. En definitiva, si no quedarse callada y molestar es la única forma de SER MEMORIA de un país que la pierde en cualquier esquina, bienvenida sea. Sin duda, todo un descubrimiento colombiano.

Enlace recomendado
!Women Art Revolution
Una crítica al escaso acceso de las artistas mujeres a los circuitos de arte en Estados Unidos.
 

3 comentarios:

  1. No la conocía. También un descubrimiento para mí. Si queremos mover al pueblo, tenemos que unirnos a él y utilizar aquello que les es cercano, como dices, puede funcionar. Yo sí creo en el ARTE como herramienta poderosa de recuerdo, de cambio. Y, aunque sea hombre, me uno a las felicitaciones. Es verdad que hay pocas mujeres tengan una oportunidad como esta para salir a la palestra. Solo espero que no sea algo puntual y que cada vez nos sea menos extraño.

    Un saludo!!!!!

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  2. Vengaaaaaa, yo conozco esa figura de las discos, tipo Benidorm, con la palmerita al lado. De lo más machista. Vaya cambio que le ha dado esta mujer. No sé si le funciona ya que yo no veo paralelismo entre las dos figuras, pero supongo que sí, es más fácil llegar al pueblo a través de iconos populares, que les sean cercanos como dices. Mis más sinceros respetos a Beatriz González y todas las mujeres artistas!

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  3. Sí es curioso que los únicos dos comentarios a este post sean, precisamente de hombres, cosa que me alegra profundamente. Sí Toni, ese icono está en muchos sitios, de ahí el valor de resignificarlo para una causa no tan banal y mucho más punzante. Al menos eso creo yo.

    Carlos, creo que ya ha quedado bastante clara mi posición respecto a la relación arte-pueblo. Yo también creo en el poder del arte como agente movilizador, en todas sus expresiones.

    Gracias por los comentarios!

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